El territorio geográfico desde el que opera el cineasta es otro eje fundamental que determina la práctica del cine documental. El desequilibrio entre las periferias y los epicentros, que cuentan con ecosistemas audiovisuales potentes y políticas culturales consolidadas, condicionan la dimensión de las producciones y las posibilidades de difusión de las películas. Al mismo tiempo, el lugar de residencia y creación determina las opciones de construcción de comunidades y redes que permiten al cineasta una reflexión colectiva y compartida en relación con su práctica cinematográfica.