Las circunstancias personales y la calidad de vida forman parte de la conversación privada entre cineastas pero pocas veces trascienden a la discusión pública o se relacionan con los procesos creativos y la producción. Este itinerario plantea una mirada transversal e interseccional que aporte una visión amplia y humana de la realización de cine documental. Se abordarán aspectos como el aprendizaje, la formación y la experiencia del cineasta; el bienestar de la práctica documental en relación con la salud, los cuidados, la conciliación o la remuneración económica y las geografías de la creación que condicionan la producción y el desarrollo de comunidades y redes.
La primera etapa para producir una película comienza por la selección de un proyecto y la identificación de sus características específicas y sus posibilidades de financiación y propuesta e innovación artístico-creativa. Los siguientes pasos requieren tener en cuenta la dimensión del proyecto para poder planificar un presupuesto sostenible y una financiación a la medida. El documental se puede abordar de distintas maneras dependiendo del modelo que represente, desde una producción artesanal, industrial o una autoproducción.
En esta fase, una tarea crucial es la elaboración de materiales atractivos de venta (dossier, pitch, teaser) para implementar la estrategia prevista en el competitivo ecosistema de fondos, ayudas, mercados, foros, festivales y plataformas.
El desempeño de una actividad creativa como el cine debe ser saludable y compatible con la vida dentro y fuera del trabajo, como cualquier otro desempeño profesional. Sin embargo, se hace necesario plantear una reflexión profunda sobre este tema. La salud física y mental en las producciones, los cuidados dentro de los equipos de trabajo o la conciliación con la vida personal son aspectos esenciales en este sentido. En ocasiones, la precariedad de la producción de cine documental es incompatible con una estabilidad vital y económica, forzando a muchos profesionales a buscarse otros medios de vida. Todos estos factores y otros más pueden desembocar en el abandono de proyectos cinematográficos y en una cierta frustración. En ese capítulo profundizamos sobre el irrenunciable bienestar de los cineastas.
El territorio geográfico desde el que opera el cineasta es otro eje fundamental que determina la práctica del cine documental. El desequilibrio entre las periferias y los epicentros, que cuentan con ecosistemas audiovisuales potentes y políticas culturales consolidadas, condicionan la dimensión de las producciones y las posibilidades de difusión de las películas. Al mismo tiempo, el lugar de residencia y creación determina las opciones de construcción de comunidades y redes que permiten al cineasta una reflexión colectiva y compartida en relación con su práctica cinematográfica.