Las circunstancias personales y la calidad de vida forman parte de la conversación privada entre cineastas pero pocas veces trascienden a la discusión pública o se relacionan con los procesos creativos y la producción. Este itinerario plantea una mirada transversal e interseccional que aporte una visión amplia y humana de la realización de cine documental. Se abordarán aspectos como el aprendizaje, la formación y la experiencia del cineasta; el bienestar de la práctica documental en relación con la salud, los cuidados, la conciliación o la remuneración económica y las geografías de la creación que condicionan la producción y el desarrollo de comunidades y redes.
El aprendizaje de la práctica documental marca sin duda el desarrollo posterior de la profesión. Aunque durante estas dos décadas del siglo XXI han surgido escuelas y programas de estudios especializados en cine documental en todo el mundo, muchos documentalistas se han formado en otros campos o de forma autodidáctica a través de la propia experiencia. La creación del cine de lo real se ha vinculado tradicionalmente con otras disciplinas como la antropología, la política, la filosofía o la historia, y se ha hibridado con otras ramas artísticas, como la literatura, el teatro, la arquitectura o las artes digitales.
El desempeño de una actividad creativa como el cine debe ser saludable y compatible con la vida dentro y fuera del trabajo, como cualquier otro desempeño profesional. Sin embargo, se hace necesario plantear una reflexión profunda sobre este tema. La salud física y mental en las producciones, los cuidados dentro de los equipos de trabajo o la conciliación con la vida personal son aspectos esenciales en este sentido. En ocasiones, la precariedad de la producción de cine documental es incompatible con una estabilidad vital y económica, forzando a muchos profesionales a buscarse otros medios de vida. Todos estos factores y otros más pueden desembocar en el abandono de proyectos cinematográficos y en una cierta frustración. En ese capítulo profundizamos sobre el irrenunciable bienestar de los cineastas.
El territorio geográfico desde el que opera el cineasta es otro eje fundamental que determina la práctica del cine documental. El desequilibrio entre las periferias y los epicentros, que cuentan con ecosistemas audiovisuales potentes y políticas culturales consolidadas, condicionan la dimensión de las producciones y las posibilidades de difusión de las películas. Al mismo tiempo, el lugar de residencia y creación determina las opciones de construcción de comunidades y redes que permiten al cineasta una reflexión colectiva y compartida en relación con su práctica cinematográfica.